martes, 26 de octubre de 2010

Alacenas y Tienda Alemana



En vista del éxito que tuve con las casitas,y a pesar de llevar mil y una figuritas pequeñas, dado que ya había recopilado una gran cantidad de colores en madeja, pensé en realizar unos cuadros para el “office” de la cocina.


En la revista “Cuadros a punto de Cruz” encontré muchos modelos, pero no me decidía por ninguno, al final, realicé, estas dos bonitas “alacenas”, que me recordaron mi infancia en casa de mi abuela, también recuerdo en mi casa, un armario de cocina de color verde, que era lo que se llevaba entonces, y en todas las casas había uno, mi faceta de rescatadora de cosas pasadas, siempre quiso encontrar alguno que pudiese restaurar, pero lamentablemente no se a dado el caso.

A pesar de seguir los diseños de la revista, los colores son de libre albedrío, o lo que es lo mismo, los que se adaptaban y que tenía, por que así es original e intransferible.
La puntilla que se aprecia, es puntilla pegada con punto escondido, por que me gusta innovar, y los fallos que seguramente puedan tener mis labores, es que yo soy así, no suelo cuidar demasiado los detalles al milímetro, por que si no, sería como comprar de fábrica, todo igual. Pienso que las obras artesanas siempre tienen que tener algún fallo o cambio ,si no ,serian todas igualitas como en el mundo de la pequeña "Momo".

LA TIENDA DE GOLOSINAS ALEMANA

Este diseño lo encontré en la revista “Labores del Hogar” y venía con motivo de Navidad, aunque a mí, sinceramente desde el principio, siempre la imaginé en mi cocina, pues, con los tarritos, los estantes y todo lo demás, me llamaba poderosamente la atención.
Los tres cuadros formaban una bonita combinación, y los enmarqué en rojo fuerte con el paspartú también en rojo siempre me a gustado enmarcar los cuadros con los colores que le iban al motivo, nunca a la pared ni a la decoración por si luego los cambiaba de sitio, como así a sido, al cambiarme de casa, ahora están separados, pero creo que siguen siendo una bella composición.

sábado, 23 de octubre de 2010

Casitas de muñecas.

No se si os pasa, que siempre que se comienza una labor nueva, invariablemente empezamos por los niños, tal vez por que son pequeños y ellos son menos críticos que nosotros, o por que las telas, diseños y colores infantiles, nos alegran y nos trasladan a esa parte de nuestra vida, que nos negamos a abandonar.

Pero constantemente, comenzamos las labores, para los críos, colchitas, nanas, patucos, sabanitas, muñecos, cuadros …

Multitud de personajillos, se mezclan en la habitación de un bebé o de unos niños menores de ocho años, hadas, conejos, elefantes, enanos…

A partir de los ocho, comienzan los video juegos, y la verdad hacer un cojín a punto de cruz o una manta de patchwork con personajes de Kingdom Heart, o Final Fantasy no nos apetece nada, aunque de todo hay en la viña del señor.



Pero centrémonos en la etapa, “de creación infantil” por el momento. Esa es en la que realicé estas dos casas, la verdad es que tienen trabajo, por los detalles, jarras, vasos, sillas, escaleras, toallas etc… fueron muchos días de cambiar hilos, que es lo que mas me molesta cuando ataco una labor, a mi me gusta coger la hebra de “mari-moko” y estar así hasta que se acaba, pero lo de cambiar de color cada tres puntadas, es una tortura de chinos.

No obstante muchos de mis cuadros son así, con cien colores por banda.

El primer diseño lo saqué de la revista Labores del Hogar, es un diseño muy bonito, donde las paredes de la casita están realizadas en madera, y por dentro las habitaciones, pero a mi me pareció, una tarea ardua, tener que pedir a alguien que me realizase la casita en madera, a si que lo que hice, fue coser las paredes a punto de cruz, el tejado me quedó un poco “remendón” pero la verdad es que el resultado final, no está mal del todo.

El segundo es un diseño de la revista “Cuadros a Punto de Cruz” que como ya dije antes, aunque tardíamente, hubo una etapa donde ya podrías encontrar bastantes publicaciones sobre cuadros bordados.
Al enmarcarla, se me ocurrió que el paspartú fuese doble, y de la forma de la casita, tal y como venía en el diseño. Tengo que agradecer a Tañi, que siempre me hace lo que yo pido a la hora de enmarcar.
Quedó tan bonito, que hubo una época que lo tuve en la salita, luego al cambiarnos de vivienda, lo volví a poner en la habitación de una de mis hijas, donde actualmente está.
Ahora, que piensa remodelar la habitación, seguramente, y por falta de sitio, las dos casitas, irán a guardar al altillo, hasta que en la familia volvamos a tener, niñas pequeñas a las que les sirvan de decoración.

martes, 19 de octubre de 2010

Familia de Conejos

Llegados al punto de que ya estaba hasta los lienzos ,de realizar cojines, tapetes, manteles varios, llenando cajas y sin atisbo ninguno de utilizarlos, un día, hojeando la revista Burda, en las páginas finales que se dedicaban a decoración en una habitación infantil, se hallaba un precioso cuadro con una familia de conejos.
Había sido realizado a medio punto, pero yo lo hice a punto de cruz, recuerdo con cierta “ironía” que las personas que me conocían, se asombraban de que estuviese realizando un cuadro, por que aquí somos tan tardíos para todo, que el “Boom” de los cuadros a punto de cruz, tardó casi cinco años, cuando revistas y publicaciones se subieron al carro de los cuadros en punto, publicaciones de Alemania, Francia, Inglaterra y Estados Unidos, ya estaban saturados de ellos, ni que decir tiene, que este modelo, le encontré años después en la revista Labores del hogar, pero yo tengo la satisfacción de ser pionera.
Recuerdo el día que le llevé el punto a enmarcar, la chica responsable de la tienda nunca había enmarcado un cuadro realizado en punto, alguna seda traída de viajes, pergaminos etc… pero se asombró bastante de aquella primera labor, luego al cabo de los años, ha enmarcado cientos de ellos, y aún continua aunque el “boom” a pasado y la crisis también influye como todo, y ya solamente lo hacemos unas cuantas, a las que verdaderamente nos gusta.

Pero Tañi, siempre se acordará, de que el primer cuadro de punto de cruz que enmarcó, fue mi pequeña familia de conejos.

El Porche del Sur

Si hay algo que me gusta de Estados Unidos, son sus casas de madera a la orilla del mar, con sus galerías, el banco balancín, los tiestos colgantes, una mesa con un té helado al atardecer de un caluroso día de verano…
Que maravilla, cuando mis ojos vieron el diseño de esta entrada por primera vez, no podía con la impaciencia de comenzar la labor, tanto, que algunos hilos, no son los originales del diseño, por que los cambié ante la inquietud de terminarlo cuanto antes, a sido siempre una de mis labores favoritas, aunque la realicé en segundo lugar, es a la primera que le puse mis iniciales y la fecha en la que fue efectuada, cosa que se me pasó de hacer en mi pequeña familia de conejos, y que ya nunca más faltó, en ninguna de mis labores posteriores, lo de firmar y fechar.

viernes, 8 de octubre de 2010

La Colcha Mantel

Como os decía a veces la vida te deja seguir tus aficiones de modo continuado y otras no, supongo que a todos nos pasa.
Después de unos años de tribulaciones y paseos por hospitales, llegó un periodo de rehabilitación en el que las horas eran de 200 minutos y los días de 60 horas.
Época de lectura, escritura, pintura, labores, ver la tele, etc.Aunque parezca mentira en ocasiones los días son demasiado largos.

Yo, había intentado aprender a hacer “Lagartera” pero aquello llevaba mucho tiempo, y prefería mi punto de cruz, que era rápido y progresaba bastante más.

Con todo ello, mi madre me compró tela para hacer una colcha a Lagartera, y yo ni corta ni perezosa, le dije que tela roja e hilo blanco. En mi mente sabía de sobra que de Lagartera nada de nada.
Como quién no quiere la cosa comencé a hacerle una cenefa de unos diez centímetros a punto “yugoslavo”, fueron meses y meses interminables de pasar aguja y hacer pinitos, y cuadrar las esquinas fue de novela de terror.
A esas alturas, mi madre se había dado por vencida de que lo de la Lagartera no iba conmigo. La cosa era que ponía en el centro de la colcha.


La providencia quiso, que entre unas revistas viejas que no sé ni de donde salieron, apareciese un maravilloso diseño de una cortina a “Crochet”. Por si no había tenido bastante con la cenefa infernal, ataqué con el cesto de flores y frutos, que en algunas partes del diseño le faltaba la tintura y no tuve más opción que improvisar.


Total, que al final, y cuando terminé, lo de la colcha roja y blanca ya me parecía demasiado “Friki”. Y le puse una puntilla (esta vez comprada, que ya estaba hasta las narices de la labor) y ahora es un mantel maravilloso que luce orgulloso todas las navidades encima de la mesa del comedor. Con la tela de los volantes realicé las servilletas y lo que lamento es que no me quedase más pues fueron muy útiles y muy agradecidas de lavar y planchar.

Consecuencias de Pubertad

Como os decía, mi afición por las agujas, nació de muchas tardes en el patio de mi casa, que como dice la canción popular " era particular”. Mis primeras obritas, fueron realizadas en pequeños trozos de cañamazo, arpillera y alguna vez panamá. Así, un mundo colorido de flores, sirenas, pajaritos e iniciales se convirtió poco a poco en una afición, que aunque en muchas ocasiones he tenido que dejar de lado por causas de la vida, siempre me ha acompañado e incluso me ha ayudado.

Mi primera labor digamos importante, la realicé a los doce años, con motivo de una exposición en el colegio, por aquel entonces, teníamos una asignatura que se denominaba "pre-tecnología" en la que los chicos realizaban maquetas con madera y las chicas nos dedicábamos a la aguja, ni que decir tiene que muchas de mis compañeras no habían tocado una aguja en su vida y seguramente después de aquello no la volvieron a coger nunca jamás.

El mantel que realicé quedó en segunda posición, muy digna, si tenemos en cuenta que el ganador había sido realizado por la madre y la tía de la susodicha ganadora. Pero en fin, pelillos a la mar, no es momento de rencores pasados, aunque hay cosas que nunca se olvidan.

La segunda labor importante, la realicé un verano, en el que estuve enfadada con mi madre, por que no me dejaba salir, y ella toda su pretensión era que me convirtiese en una mujer de provecho, realizando un mantel.
En aquel entonces las madres aún pensaban en sus hijas como dignas alumnas de la universidad de " Sus Labores". Y los tira y afloja por estar como ella repetía "mano sobre mano" eran parte de nuestro día a día.

La verdad que aún conservo esas labores, aunque tengo que decir que un día me cansé de pasarlas de cajón en cajón cada vez que hacía limpieza, y las servilletas las he utilizado para "diario" y los manteles los pongo cuando tengo ocasión. Son un incordio, para planchar y como te caiga una mancha de Kepchup o de chocolate, ya sabes...

Mis Primeros pasos con la Aguja

No sé ni el tiempo que hace que cogí una aguja por primera vez, en mi memoria hay retazos de tardes en el patio de mi casa, con mi madre y mi hermana pequeña, y montones de trocitos de tela, hilos de colores y lanas.

Mi madre siempre tenía una labor entre las manos, o dos y hasta tres, cuando se cansaba de una, enlazaba con la otra, el ganchillo a sido y será siempre su favorita, aunque a mí lo que de verdad me enloquecía era colocar el cestillo de las labores, era como un tesoro, en el había de todo, cordones, cintas, hilos, gomas elásticas, variedad de botones, alguna medallita o adorno que un día se rompió y fue a parar al cestillo, monedas de otros países o de otros tiempos etc.. Todo aquello se convirtió en mi tesoro particular, a si que siempre que iba a casa de mi abuela o de mis tías o de mis vecinas, mi entretenimiento era colocar la cajita de la costura.


Recuerdo que mi madre usaba una del Cola Cao, que aunque un día desapareciera por ser un trasto viejo y cambiarse por otra caja más bonita y moderna, mi afición siempre a sido encontrarlas, y he tenido la suerte de hacerlo. Seguramente todo el mundo sabrá de qué cajitas hablo. Aunque dicho sea de paso, mi afición por las cajas, creo que es desmesurada.

Una vez, un vendedor de cactos, me dijo, que si se tenían dos o tres, es que te gustaban, si tenías más de diez eras coleccionista, pero si pasaban de cien ya podía ser un problema. Supongo que lo mío con ciertas cosas, ya se puede considerar “problema”.

Pero bromas aparte, mi afición por las labores de aguja comenzó a muy temprana edad, mi prima Victoria y yo, compartimos muchas tardes de cambios de hilos, de enseñarnos la una a la otra, de pan con chocolate para merendar. Ella me enseñó el llamado “ Punto Yugoslavo” y yo a ella el “Punto de cruz”. Y a pesar de que ahora, con los años, no tenemos casi relación, esa nostalgia no se olvida, y siempre permanecerá en mi memoria.